Casón del Buen Retiro

Casón del Buen Retiro

lunes, 9 de marzo de 2015

Movimiento Scout y Masonería

“Dejad al mundo mejor de como lo encontrasteis” (Baden Powell)

El Escultismo es un movimiento educativo para los Jóvenes, de carácter voluntario, no político, abierto a todos sin distinción, conforme a los fines, principios y método tal como fueran concebidos por su fundador Lord Badén Powell. 

El desarrollo de la escala de valores de un individuo tiene lugar mayormente en la niñez, la adolescencia y la juventud. El Escultismo se ocupa de lograr que cada joven adopte una escala de valores y genere una confianza en sí mismo que le permita no solo defenderla en toda circunstancia sino liderar a sus pares en diversos contextos.

Fines y objetivos del Movimiento Scout:
El movimiento Scout tiene por fin contribuir al desarrollo de los jóvenes ayudándoles a realizar plenamente sus posibilidades físicas, intelectuales y espirituales como persona, como ciudadano responsable, y como miembro de comunidad local, nacional e internacional.

El objetivo del Movimiento Scout es proveer oportunidades para desarrollar aquellas cualidades del carácter que convierten a un buen ciudadano en un hombre de Honor, auto disciplinado y relativamente autosuficiente, dispuesto y preparado para servir a la comunidad.

El escultismo complementa la educación escolar y familiar, abarcando áreas no comprendidas en esos ámbitos. El escultismo desarrolla el conocimiento de uno mismo, la necesidad de explorar, de descubrir, el deseo de aprender

Antecedentes del Movimiento Scout:
El Escultismo nació a principios del siglo XX a partir de una idea de Lord Robert Stephenson Smyth Baden Powell, un General Inglés que había luchado en la guerra de los boers en Sudáfrica y en la India. Él había observado cómo los jóvenes eran importantes para las exploraciones de avanzada de sus cuerpos de milicia y decidió redactar sus consejos para estos scouts en una obra que llamó Aids to Scouting (Ayudas para la Exploración), este libro, diseñado originalmente para militares, comenzó a llamar la atención de muchos niños en edad escolar, por lo que resolvió armar una propuesta a la medida de la edad de ellos y publicó, en fascículos quincenales, la primera versión de Scouting for Boys (Escultismo para Muchachos). La obra fue todo un éxito y, en 1908, se realizó el primer campamento scout en la isla de Brownsea.

El escritor francés Roger Peyrefitte declara que: “los boy scouts surgieron de la masonería, porque Baden Powell era masón. Soñó, según lo escribió, con hacer convivir en buena armonía “a hijos de duques e hijos de criados”. Por cierto, “la Iglesia, antes de apoderarse del escultismo, se opuso a él encarnizadamente”.
En su reciente libro “La masonería” (1998), el investigador argentino Emilio J. Corbière afirma que: “En el siglo XX, los masones alentaron importantes organismos deportivos, pacifistas o enderezados a internacionalizar las regiones y el mundo entero bajo el signo de la paz. No era una globalización disgregadora y destructiva de la persona humana sino a partir de los individuos y de las sociedades detrás de valores éticos y humanistas.

El masón suizo Henry Dunant creó la Cruz Roja Internacional (…) Robert Baden Powell fundó el Movimiento Scout, laico y pionero, en tanto que otro masón, Pierre de Coubertin refundó los Juegos Olímpicos”.

El duque de Connaught:
Dentro de la familia real británica, el duque de Connaught fue quien más influyó en la personalidad del fundador del escultismo. Este príncipe era el tercer hijo de la Reina Victoria (Príncipe Arthur) y conoció a Baden Powell en el año 1883 en la India, donde practicaron juntos la cacería de jabalí con lanza. Pocos años más tarde, BP dedicaría su libro “Pigsticking or hoghunting” al duque, “el primer príncipe de sangre real que haya recibido una primera lanza”.

En 1906, el duque de Connaught era Inspector General del Ejército inglés y en este carácter nombró a BP como Inspector General de Caballería en África del Sur. La amistad de ambos fue en aumento y tras la creación del Movimiento Scout, BP nombra en 1913 al duque como Presidente de la Asociación Scout de Gran Bretaña. Es conocida la fotografía de estos dos viejos amigos dando inicio al tercer jamboree mundial, en Arrowe Park (1929).

La devoción de BP al duque fue tal que bautizó a su primer hijo Arthur Robert Peter (por el duque, por su padre y por el personaje “Peter Pan”).

Se supone que fue el duque de Connaught quien inició a Baden Powell en los misterios de la Hermandad masónica, ya que él era el Gran Maestro de la Gran Logia Unida de Inglaterra. Había sido iniciado en 1874 en la Logia “Príncipe de Gales” Nº 259, y en 1886 se convirtió en el Gran Maestro provincial de Sussex.

Es muy significativo que la misma persona haya sido Presidente de los scouts de Inglaterra y al mismo tiempo Gran Maestro de los masones de ese país.

Los Reyes de Inglaterra:
Uno de los principales impulsores del escultismo fue el Rey de Inglaterra, Eduardo VII, que nombró a BP “Comendador de la Orden del Baño” en 1909. Por su apoyo incondicional a la causa scout, se dispuso que aquellos muchachos que se distinguieran por su eficiencia serían nombrados “Scouts del Rey”.

Eduardo VII había sido iniciado en la Masonería de Estocolmo por el Rey de Suecia, Carlos XV, en 1868. En Inglaterra, actuó como Venerable en la Logia “Príncipe de Gales” Nº 259, donde inició a su hermano, el duque de Connaught.

El Rey Jorge VI, por su parte, fu iniciado masónicamente en diciembre de 1919 en el seno de una logia de oficiales de la marina. A los cuatro años de haber sido iniciado ocupó el cargo de Venerable Maestro. El 25 de abril de 1925 el duque de Connaught lo designa “Gran Primer Vigilante” de la Logia Unida de Inglaterra.
Fruto de la estrecha relación de BP con este monarca, fue la condecoración de BP con la Orden del Mérito en 1937.

Rudyard Kipling:
Baden Powell conoció a Rudyard Kipling en África del Sur, en el año 1906. Un par de años más tarde, cuando BP escribió su obra “Escultismo para muchachos” dedicó un buen espacio al personaje de Kipling conocido como “Kim”. Kimbal O´Hara era un muchacho huérfano que vivía en la India y que era hijo de un masón inglés, según revela la propia obra de Kipling en su primer capítulo.

En 1914, cuando BP intentaba crear una unidad para los hermanos pequeños de los scouts de tropa, decidió utilizar el libro de Kipling “Jungle Books” para modelar una nueva mística inspirada en Mowgli. Pidió la autorización al autor y dice BP que éste “era un buen amigo del escultismo desde sus días iniciales, autor de la canción oficial de los boy scouts y padre de un scout”.

Es interesante el nombre elegido para estos niños: “lobato” o “cub scout”, siendo conocido el nombre que los masones dan a los niños “adoptados” por la Hermandad: lobatón o lobezno. En la foto adjunta vemos a un lobatón español con su mandil masónico.

Según Clavel (autor masónico), el nombre lobatón es muy antiguo y revela que en el antiguo Egipto los iniciados en los misterios de Isis se colocaban una máscara con la efigie de un lobo dorado. Los iniciados de Isis recibían el nombre de “chacales” o “lobos”.

El Lobatismo brinda una Promesa, acto que convierte al niño en un miembro de la Hermandad Scout; tal promesa les ayudará a desarrollar un sentido de auto-realización, de espiritualidad, lealtad, obediencia, a no ser egoísta y a servir a los demás. Los Principios expresados en la Promesa y la Ley de la Manada, proporcionan la base sobre la cual cada niño trabaja hacia un logro de metas. Para lograr un progreso, no hay tiempo determinado ni definido. Las palabras en que se expresan la Promesa y la Ley son simples y fáciles de entender, en la medida que el niño crece y madura estas palabras asumirán un significado más profundo, pues de ellas emanan valores éticos y morales, lo que dará a cada niño un futuro mejor. Cuando enseñamos a los niños el “deber al prójimo” estamos desarrollando virtudes de hermandad, fraternidad, respeto, compañerismo.

Masónicamente, Kipling se inició en la logia “Hope and Perseverance” Nº 782 de Lahore, Punjab (India) y a su regreso a Inglaterra trabajó en la “Mother Lodge Nº 3861″ de Londres. Su más célebre creación masónica es el poema “Logia Madre” (1896): “Tras la puerta cerrada de la estancia en que se unen el Templo y el Taller todo lo han nivelado la escuadra y la plomada. Rangos y vanidades han de quedarse afuera. ¡A la orden del aprendiz!…Llamemos y adelante… Y entrábamos a la Logia… la Logia donde yo era Segundo Vigilante (…) El Cuadro se reunía en tenida mensual y, a veces, en banquete fraternal cuando alguno partía. Entonces se solía hablar de nuestra patria, de Dios Mas, cada cual, opinaba de Dios según lo comprendía. Hablaban todos pero nadie había que rompiese los lazos fraternales hasta oír que los pájaros, dejando sus nidales, cantaban a la luz del nuevo día que lavaba la escarcha de los cristales. Tornábamos a casa conmovidos y, cuando el sol en el Oriente asoma, nos íbamos quedando adormecidos pensando en Shiva, en Cristo y en Mahoma (…) Recordando a mi Logia tengo ganas de volver a estrechar con fuerza la mano de mis hermanos blancos y de aquel otro hermano de color que llegaba de tierras africanas. Poder entrar de nuevo al Templo pobre de mi Logia materna, a la estancia desnuda de aquella casa vieja, abierta sobre la calle antigua, solitaria y muda. Oir al Guardián del templo adormecido, anunciar mi llegada y mirarme delante de aquel mi Venerable, del que he sido Segundo Vigilante”.

Estas tres personas, de notable influencia en BP pertenecían a la Orden Masónica, pero en otros países el impulso fundacional del escultismo estuvo dirigido por masones. En Francia, el barón Pierre de Coubertin fue uno de los principales gestores de los “Eclaireurs”, mientras que en EE.UU. existieron dos grandes hombres que colaboraron en la creación de los “Boy Scouts of America”: Ernest Thompson Seton (Jefe Scout Nacional) y Daniel Carter Beard (Comisionado Scout Nacional), éste último reconocido francmasón que fue iniciado en la Logia “Mariner´s” Nro 67 de Nueva York (NY) y más tarde se afilió a la Logia “Cornupia” Nro 563 de Flushing (NY). Existe una condecoración masónica que lleva su nombre para los Boy Scouts of America.

Según William Hillcourt, dos presidentes norteamericanos colaboraron activamente con la obra de Baden Powell. Uno de ellos, Theodore Roosevelt, es citado en el libro “Escultismo para muchachos” donde afirma ser “partidario de los juegos al aire libre, pues por lo que no siento simpatía alguna es por ese sentimiento erróneo que mantiene a los jóvenes entre algodones. El hombre acostumbrado a la vida al aire libre es siempre el vencedor en la lucha por la vida”.

Roosevelt fue nombrado vicepresidente honorario de los “Boy Scouts of America” al ser fundada esta institución. En su agitada vida masónica, fue iniciado en la Logia “Matinecock Nº 806″ de Oyster Bay (Nueva York), siendo un portavoz masónico en todo el mundo.

El otro presidente que abogó por la causa del escultismo fue William Taft, que se entrevistó con el Jefe Scout Mundial en 1912, prometiéndole total apoyo en la difusión de la organización en los Estados Unidos. Taft fue iniciado en 1909 en la ciudad de Cincinnati (Ohio) y se hizo fotografiar en varias oportunidades con el mandil masónico que perteneciera a George Washington.

Algunas similitudes entre masonería y Scouts:
a) La promesa scout como una iniciación del aspirante (profano) en iniciado.

b) Uso y reiteración del número 3. En el escultismo existen tres principios y tres virtudes, mientras que en la masonería se habla de las tres luces y las tres luces menores. Los scouts poseen tres grados de adelanto (Tercera, Segunda y Primera Clase), mientras que en la masonería existen los tres grados simbólicos: aprendiz, compañero y maestro.

c) Los scouts y los masones estrechan la mano de una manera especial y simbólica.

d) Es significativo del uso del término “lobatos” (como ya dijimos) y toda una mística inspirada en un libro de neto contenido masónico, al igual que “Kim”.

e) La ayuda al prójimo es una particularidad de ambas instituciones.

f) Se utiliza el término “Hermano Scout” o “Hermano Masón”, dando a entender la existencia de una Hermandad Mundial.

g) La cadena fraternal (las manos enlazadas) existe en las dos organizaciones en algunos momentos trascendentes.

Dijo Baden Powell en un Congreso de Scouters celebrado en París en el año 1922: “El Movimiento scout representa una unión mundial de socorro fraternal, una asociación universal de amistad que no se detiene en las fronteras. Educados en la comprensión de que las naciones son hermanas, de que forman parte de una gran familia humana cuyos miembros deben ayudarse y comprenderse mutuamente , los jóvenes ciudadanos y ciudadanas de todas las naciones cesarán de mirarse como rivales y no alimentarán más que pensamientos de amistad y de estimación mutuas”.


Esa vieja idea de cosmopolitismo es netamente masónica. Boucher afirmaba que “La patria del masón es la Tierra entera y no sólo el lugar donde ha nacido o se ha desarrollado. "

Publicado vía blog El Gran Engaño.

lunes, 16 de febrero de 2015

Carta abierta de un masón


En un momento de crisis como el actual, cuando repuntan los fanatismos religiosos y hay quienes pretenden polarizar la sociedad con discursos populistas, la Masonería trabaja, como siempre ha hecho, por reunir y no separar, por sumar voluntades para crear espacios de convivencia y progreso iluminados por los ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad, por la Justicia y la Verdad, enfrentando cualquier forma de tiranía. Muchos masones han muerto o sufrido torturas y cárceles bajo las dictaduras.


Muchos masones aún sufren persecución, en diferentes partes del mundo, por defender la Libertad del individuo y la Fraternidad entre los hombres. Y es que los totalitarismos siempre han visto en la Masonería a un gran enemigo. No porque la Masonería tenga poder o influencia, que créanme que no lo tiene; sólo porque defienden aquello que nadie puede robarnos: los valores universales que hacen progresar las sociedades.


Pero este esfuerzo constante y diario puede que le haya pasado desapercibido. Que nunca haya leído o escuchado: “la Masonería ha hecho esto o aquello”. Es normal, el trabajo de la Masonería es discreto. No puede ser de otra forma. Si no existiese la discreción, engordaríamos los egos, y los valores y tradiciones ancestrales de las que somos custodios se desvirtuarían. Además, la Masonería, y en esto se diferencia de cualquier otra organización, no se ocupa de ninguno de los fines concretos de los que pueden ocuparse otras instituciones políticas, económicas o sociales; se dedica, en exclusiva, al perfeccionamiento moral de sus miembros.


La Masonería, consciente que cualquier cambio real en la sociedad, comienza cambiando uno mismo, trabaja por desarrollar una masa crítica que recupere los valores e ideales que jamás se debieron perder. Por eso, la aportación masónica a la sociedad está donde siempre ha estado: en el compromiso de cada buen masón por construir una sociedad más justa y fraterna, donde sólo se premie la virtud y el mérito. Quizás, por esta peculiar forma de hacer las cosas que tiene la Masonería, haya llegado el momento en el que los masones debamos dar un paso al frente y reconocer nuestra condición masónica desde la normalidad de un país plural y libre. Pero, sobre todo, más allá de las etiquetas, esforzándonos en ser ejemplos de honestidad, trabajo y compromiso, implacables contra la injusticia y un constante apoyo de los débiles y quienes sufren. No siempre lo conseguimos, porque somos humanos y nos equivocamos constantemente, pero créanme, todos y cada uno de los masones que conozco (y conozco a unos cuantos) nos esforzamos cada día en ser “la mejor versión de nosotros mismos”. No podemos aspirar a más. Pero tampoco debemos aspirar a menos.

Gustavo José Pérez Rosas
Venerable Maestro de la R. L. Ágora 121

jueves, 22 de enero de 2015

Masonería, la tradición viva de Occidente (Hermetismo y Masonería)

El título de este artículo nace de una certeza: que la Masonería no es una reliquia del pasado, trasnochada y ajena a la realidad de hoy, sino que se trata de una tradición que está viva y que conserva en sus ideas toda la potencia intelectual capaz de dar respuesta a las preguntas esenciales que, hoy como ayer, continúan haciéndose quienes se interrogan acerca de sí mismos y desean emprender un camino a la búsqueda de su verdadera identidad. "¡Conócete a ti mismo!" exclama la antigua sentencia socrática, y que la Masonería hace suya como uno de los lemas que mejor define su principal objetivo y razón misma de ser.

Está claro que son esas ideas, vehiculadas por los códigos simbólicos, las que dan verdadera "fuerza y vigor" a la Masonería. Además, y como iremos viendo, dichas ideas han tenido también un papel activo en la historia de Occidente, especialmente a partir del momento en que ésta empieza a conformarse durante los primeros siglos de nuestra era, a lo que contribuye decisivamente toda la herencia cultural de la Antigüedad Clásica. En este sentido debemos recordar que desde sus orígenes la Masonería pertenece a un ámbito mucho más amplio: el de la Tradición Hermética, que está a su vez comprendida dentro de la Tradición Unánime, también llamada Filosofía Perenne, términos que expresan muy bien la idea de un Saber presente ininterrumpidamente en todos los pueblos y civilizaciones a lo largo de la historia, y que constituyen una serie ordenada de conocimientos interrelacionados, de una doctrina (jamás de un dogma), capaz de explicar a los hombres su propia naturaleza y la del mundo en que viven.

Podemos entonces decir que dichas civilizaciones han existido gracias a ese Saber y a los conocimientos que de él derivan y que han conformado la idea misma de cultura, como podemos apreciar estudiando, y sobre todo comprendiendo, la concepción del mundo (esto es la cosmogonía y la metafísica) que ellas nos han dejado a través de la sacralidad de sus códigos simbólicos, sus ritos y mitos fundacionales.

La Masonería tiene también sus símbolos, sus ritos y sus mitos, todos los cuales configuran en efecto una concepción del mundo y del hombre basada fundamentalmente en el Arte Constructivo, imbricado con las restantes disciplinas que conforman la médula del Hermetismo: la Alquimia, la Teúrgia, la Magia Natural y la Astrología-Astronomía, también llamada Ciencia de los Ciclos y de los Ritmos, sin olvidarnos de las distintas corrientes de pensamiento que procedentes de las Religiones de Misterios, del Pitagorismo, del Neoplatonismo, de la Gnosis judía y cristiana y la herencia de la antigua sabiduría Egipcia, fueron fijadas, bajo la advocación del dios Hermes, en la Alejandría de los primeros siglos de nuestra era, y de la que surgirían las ideas-fuerza que han hecho posible el desarrollo de la cultura occidental en su más amplia expresión, y que lejos de apagarse con la llegada de las ciencias materialistas que han generado al mundo moderno, continúan estando vigentes a través de diferentes instituciones, grupos y personas, vinculadas de una u otra manera con la Tradición de Hermes.

Qué duda cabe que la Masonería constituye hoy en día una de esas instituciones, y aunque nacida bajo su forma actual en el siglo XVIII porta sin embargo en su seno la profunda huella dejada por las antiguas tradiciones de constructores, como lo testimonian muchos de sus símbolos, entre los que destacan los geométricos y los relacionados específicamente con la construcción, como el compás, la escuadra, el nivel, la plomada, etc. Existe también todo un código ritual que se vincula con esa simbólica, y desde luego los nombres de sus tres grados (aprendiz, compañero y maestro) revelan indudablemente un origen artesanal y de oficio. Además, el propio trabajo iniciático conserva en la Masonería un carácter colectivo y grupal, lo que está expresado perfectamente en la llamada "cadena de unión".

No es poca cosa esa herencia, teniendo en cuenta además que esas mismas corporaciones de constructores eran también herederas, por distintas vías, de las que se conocieron a todo lo largo y ancho de la cuenca mediterránea, y muy especialmente de aquellas que existieron en Egipto y el Cercano Oriente.

Como sabemos, la gran civilización egipcia fue en su último período contemporánea de la civilización greco-latina, y es sobradamente conocido lo mucho que ésta debe a Egipto, cuyo saber milenario se dejó sentir en los más importantes filósofos griegos, especialmente en Pitágoras y Platón, de los que precisamente surgirían la mayor parte de las ideas que contribuyeron a conformar la concepción del mundo propia de la cultura occidental. Recordemos que Pitágoras, heredero al igual que Platón de la tradición órfica de raigambre puramente griega, fue asimismo iniciado por los sacerdotes egipcios, con los que pasó numerosos años participando plenamente de las enseñanzas emanadas de Thot-Hermes (o sea de la Sabiduría), pues como se sabe aquellos sacerdotes eran los que conservaban y transmitían la Ciencia Sagrada revelada por esa Deidad, siendo precisamente la arquitectura una de sus expresiones más importantes y significativas, como podemos ver en el caso de las pirámides y otros monumentos que continúan desafiando el paso del tiempo.

Precisamente las ideas de que se valieron los constructores de la Antigüedad Clásica están en gran parte ligadas a las enseñanzas de los pitagóricos, es decir a las Ciencias del Número y la Geometría, como ocurre por ejemplo con los collegia fabrorum romanos, quienes pervivirían como tales hasta los albores de la Edad Media, sobre todo en Bizancio y el norte de Italia, momento en que se cristianizan, inaugurando así un nuevo ciclo pero conservando y difundiendo a través del Arte Constructivo lo esencial de su herencia secular. A este respecto, no estará de más referirnos a una leyenda medioeval difundida entre las cofradías de constructores de habla inglesa, según la cual un tal Peter Gower, originario de Grecia, trajo a los países anglosajones determinados conocimientos relativos al Arte de la construcción. Algunos autores, entre ellos René Guénon, afirman que este personaje, Peter Gower, no era sino el mismo Pitágoras, o mejor dicho, las ciencias del Número y la Geometría que a través de las cofradías de constructores se introdujeron en las islas británicas al mismo tiempo que en todo el continente, especialmente en Francia y los países germánicos. Precisamente en Gran Bretaña esas cofradías asimilan también la cosmogonía de las tradiciones de los constructores locales de origen celta y pertenecientes a un linaje que se remontaba a aquellas culturas del Neolítico que levantaron por ejemplo Stonehenge y otras edificaciones prehistóricas, algunos de cuyos restos (como el del propio Stonehenge) revelan un alto conocimiento de la astronomía y las leyes que rigen el Cosmos en su realidad sutil y física.

Y puesto que hablamos de Pitágoras y Platón, hemos de tener en cuenta que en las antiguas civilizaciones muchas veces los nombres de las personas, ya históricas o legendarias, designan más que a esos personajes mismos a los conocimientos que ellos vehicularon y que con frecuencia se transmitieron por el conducto de las escuelas o cofradías que fundaron. Es lo que en cierto modo ocurre también con el pitagórico Euclides, uno de los jefes de la Escuela Matemática de Alejandría allá por el siglo III a.C., y que es mencionado en los "Antiguos Deberes" (Old Charges) de los masones medioevales como el "padre" de la Geometría, recalcándose que ésta no designa sino a la propia Masonería.

Y ya que mencionamos a los Old Charges hemos de decir que éstos constituyen una serie de manuscritos originarios de la Masonería inglesa y escocesa, los primeros de los cuales aparecen hacia el fin de la Edad Media (el Regius y el Cooke concretamente) y los últimos hacia el siglo XVIII (el Graham y el Dumfries), período de unos trescientos años durante el cual tiene lugar el cambio de la Masonería del oficio en la Masonería especulativa. Esos manuscritos contienen sobre todo una historia legendaria de la fraternidad masónica, historia que trata principalmente del "origen primero de la Geometría", destacándose también al resto de ciencias y artes liberales. Se menciona a sus fundadores míticos y antediluvianos (Caín, Seth, Henoch, Lamec, Jabel, Jubal, Tubalcaín, Noemá, Noé) y a ese linaje de dioses, sabios y filósofos (Hermes, Pitágoras, Euclides), patriarcas (Abraham) reyes (Nemrod, David, Salomón, Hiram de Tiro, Athelstan, Edwind), artesanos históricos y legendarios (Hiram, Adoniram, Amon, Naymus Grecus), y tantos otros que han transmitido la Ciencia Sagrada a lo largo del tiempo y que constituyen la auténtica "cadena áurea" de la Orden masónica, en la que pervive la memoria de un origen mucho más antiguo (tan antiguo como la Geometría). Y es justamente para que esa memoria no se perdiera que se plasmó por escrito (a través de los Old Charges y otros documentos de la Masonería continental) lo que antes se transmitía de forma oral. En esa transmisión, ya fuese oral o escrita, se vehiculaba, como decimos, la historia sagrada de la Orden, la que formaba parte de la enseñanza que recibían los que recién ingresaban en el oficio. Existe constancia de que la costumbre de leer los Old Charges al nuevo masón era común en la época medioeval y renacentista, y lo continuó siendo durante el siglo XVIII, como lo atestiguan las propias "Constituciones de Anderson", en las que figura explícitamente la obligación de leérselos al recipiendario como parte integrante del rito de iniciación.


Volviendo de nuevo a los constructores medioevales, hemos de decir que lo que éstos hicieron fue "adaptar" las formas de una tradición de origen milenario a otra de reciente cuño: el cristianismo, lo que no fue muy difícil debido a que el propio cristianismo había "absorbido" ya muchas cosas de las corrientes esotéricas anteriormente nombradas, sobre todo a través de los primeros Padres de la Iglesia, algunos de los cuales, como Dionisio Areopagita, Orígenes, Clemente de Alejandría y San Agustín, lograron la síntesis entre la espiritualidad cristiana y la tradición de Hermes, Pitágoras y Platón, síntesis de la que surgirían las ideas de que se valdrán más tarde los arquitectos medioevales, plasmándolas primeramente en el románico (llamado así porque estaba inspirado directamente de los collegia fabrorumromanos), y posteriormente en el gótico. En este contexto no deberíamos olvidarnos de Boecio, uno de los últimos representantes de la Academia Platónica de Atenas allá por los siglos V y VI, y a la que habían pertenecido los más ilustres neoplatónicos (Proclo a la cabeza) de los primeros siglos de nuestra era. La contribución más importante de Boecio, autor de “La Consolación de la Filosofía”, fueron sus estudios sobre astronomía, geometría, aritmética y música, es decir las ciencias y artes del Número, la Medida, la Armonía y el Ritmo, esenciales en la arquitectura y el simbolismo constructivo. Todo esto fue recibido por los filósofos medioevales llamados a ser los auténticos continuadores de ese Saber, difundido a través de sus obras y de las distintas escuelas que fundaron por toda Europa (Chartres y Oxford entre las más destacadas), y en las que era muy importante el estudio del Timeo de Platón, que es por cierto su libro más pitagórico, y donde se describe la Organización del Cosmos en base a principios de orden numérico y geométrico, los que cohesionan y fundamentan el discurso creacional en cualquiera de sus manifestaciones. De ahí precisamente se extrajo la imagen del Dios creador, del Ordenador del Mundo, revestido con los atributos de un arquitecto, con el compás en la mano trazando los límites del cosmos, como podemos ver en tantos grabados de la época.
Cuando antes comentamos que los collegia fabrorum romanos se cristianizaron queríamos decir que asumieron la herencia cristiana, o para ser más precisos: la herencia judeo-cristiana, pues la civilización medioeval es fundamentalmente judeo-cristiana, y los gremios de constructores no fueron ajenos a esa realidad, hasta el punto de que las catedrales y otras edificaciones se construyeron teniendo su modelo simbólico en el Templo de Salomón, hecho éste que podemos considerar como crucial en la historia posterior de la Masonería y en general del esoterismo occidental. En efecto, los constructores medioevales al tomar el Templo de Salomón como su modelo simbólico se convirtieron también en los herederos de los constructores que edificaron aquel Templo, que es a su vez una imagen de la Jerusalén Celeste, o sea de la Ciudad Mítica que describieron Ezequiel y posteriormente San Juan, pero cuyo origen es en esencia atemporal y enlaza directamente con una genealogía espiritual (los antepasados míticos e históricos, habitantes del "Oriente Eterno") que supera en este caso a una tradición específica (como pudiera ser la judeo-cristiana), remontándose al origen mismo de la humanidad.

Todas las civilizaciones tradicionales han nacido y se han desarrollado de acuerdo a la idea de un origen celeste y sagrado de su cultura, idea permanentemente reiterada por sus símbolos cosmogónicos y metafísicos, sus ritos y sus mitos. Dice a este respecto Federico González en Los Símbolos Precolombinos:

“La ciudad celeste es un espacio distinto, un país que coexiste con el nuestro, una patria de cuerpo espiritual en donde habitan los dioses, y los difuntos. (...) Lo que la ciudad celeste es al símbolo espacial, las genealogías, o los antepasados, lo son al temporal, y ambas confluyen para cimentar la realidad y la vida tribal. Coexisten en el mundo de las Ideas platónico y conforman el arquetipo. (...) Casi todas las tradiciones han sentido que son heredadas en esta tierra de aquella ciudad del cielo y descendientes de sus moradores, y de allí que hayan pensado invariablemente que su patria constituía el centro del mundo; o sea, un lugar especialmente 'cosmizado', en donde las energías del cielo y la tierra, de los vivos y los muertos, se conjugaban permitiendo el desarrollo de la vida y de esa comunidad en el tiempo. (...) Los grandes mitos y leyendas se refieren siempre a los génesis cosmogónicos mediante los cuales se explica la existencia y se encuentra un orden y un sentido en la inestabilidad del devenir. La cosmogonía es siempre actual, al igual que el tiempo, y se regenera continuamente; en la eternidad del presente, el pasado y el futuro son abolidos. La ciudad celeste y los antepasados son aquí y ahora, y el hombre un vínculo permanente entre dos realidades, o mundos. Por la reiteración ritual del mito ancestral y por medio de los símbolos que lo revelan se puede efectuar el pasaje de lo conocido a lo desconocido. Ese es el propósito de toda enseñanza y la razón de los secretos del oficio.

Y si ese centro del mundo de que se habla más arriba lo extrapolamos a la época medioeval, y posteriormente a la renacentista, vemos que éste no es otro que el propio Templo de Jerusalén, o Templo de Salomón, imagen de la Ciudad Celeste, y es precisamente la Idea que promueve esa Ciudad la que impulsa realmente a los constructores a cumplir con su oficio, dejando la huella de su Arte y su Ciencia grabada en la piedra de la catedral románica y gótica, y por tanto plasmando en ellas una cosmogonía tejida de relaciones permanentes entre el mundo natural y el sobrenatural, entre el mundo físico y el metafísico, siendo el símbolo el intermediario entre ambos y el que hace posible su unión en la mente y el corazón del hombre.

Allí, grabados en los muros, en las columnas, capiteles, tímpanos y bóvedas, vemos representados a los tres reinos de la naturaleza: el mineral, el vegetal y el animal, lo mismo que el mundo del hombre y el plano intermediario, poblado de seres fabulosos, dioses y héroes, y que comprende también los diversos cielos planetarios y el zodíaco, rematándose todo ello con las jerarquías y potestades angélicas que circundan el trono donde mora la Deidad, el Pantocrator, el Señor del Mundo. En verdad la obra del arquitecto medieval es un libro de imágenes y símbolos herméticos que nos muestran la estructura del Cosmos y los diversos planos o niveles de que se compone, de los más densos y groseros hasta los más sutiles, los que viven igualmente en el hombre, por lo que éste siempre tiene la oportunidad de acceder a ellos y conocerlos en sí mismo, lo que es igual a la identificación con el Ser Universal o Gran Arquitecto del Cielo y de la Tierra
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Por eso mismo entre los antiguos constructores (y no nos referimos tan sólo a los occidentales, sino a los de todas las civilizaciones), que estaban inmersos en un "cosmos sacralizado", el proceso de la edificación, la ejecución de la obra, adquiría un carácter esencialmente ritual. Esto es obvio en los templos y recintos sagrados, aunque ese carácter se extendía también a la vivienda, en donde lo práctico se combinaba perfectamente con su significación simbólica, pues lejos de estar pensadas como "máquinas de habitar" (como pretendía Le Corbusier, uno de los padres de la arquitectura moderna), su estructura tenía siempre una significación cósmica, exactamente igual que los templos, que a este respecto poco se diferenciaban de las viviendas. En efecto, según la concepción de los antiguos constructores todo el edificio, ya fuese casa o templo, debía representar al Cosmos en su totalidad, o sea con los diferentes mundos que lo integran: el mundo terrestre, el mundo intermediario y el mundo celeste, de tal manera que era verdaderamente una imagen simbólica realizada "según el orden" establecido por el Arquitecto Supremo, también llamado "Espíritu de la Construcción Universal".

Esos mismos constructores conocían perfectamente la estructura cósmica y otorgaban un enorme valor a las ciencias y artes que la revelan, entre las que destaca la Geometría, la "ciencia de la medida", a la que no hay que entender tan sólo en su aspecto cuantitativo sino sobre todo cualitativo, que es el que está especialmente ligado al simbolismo de la "luz", tan estrechamente relacionada con la Geometría, pues mediante sus rayos luminosos mide la totalidad del espacio realizado, y, al mismo tiempo que las ilumina, manifiesta las cosas que contiene, de ahí que la luz se haya tomado siempre como un símbolo del acto cosmogónico por excelencia. Recordemos, sin ir más lejos, el “Fiat Lux” del Génesis.

En este sentido el proceso de la construcción sigue las pautas marcadas por el Dios Arquitecto, o Dios Geómetra, en la elaboración del Plan Cósmico surgido de su Pensamiento y manifestado mediante su Inteligencia (la que todo lo hizo en "medida, número y peso" según el versículo bíblico), que es justamente la que el constructor humano ha de encarnar e imitar en su obra. Y ambos, el proceso de la construcción y el de la creación del Mundo, se ven reflejados en el proceso alquímico de transmutación que el hombre realiza consigo mismo, por lo que la Geometría sagrada expresa verdaderamente esas pautas, leyes y principios que constituyen la guía intelectual que ordena el devenir de ese proceso interior, que necesita previamente de una "materia prima" en la que se pueda "obrar" o "trabajar", "materia" que actualiza todas sus posibilidades gracias a la presencia constante del fuego sutil del amor y la pasión por el Conocimiento.

Una forma de transmitir la enseñanza del Arte Constructivo era a través de los signos lapidarios, es decir de las marcas grabadas en la piedra. A través de esos signos los antiguos masones y compañeros constructores querían efectivamente transmitir una serie de conceptos e ideas relacionadas con el conocimiento de la cosmogonía, de sus principios y leyes fundamentales, plasmadas en las formas geométricas. En realidad todos los signos lapidarios se reducen a unos cuantos esquemas fundamentales: el círculo, la línea (eje), la espiral, el cuadrado, el triángulo y la cruz. A partir de ellos se generan todos los demás signos (y también el diseño de las propias herramientas que se utilizaban para la construcción: mazo, cincel, plomada, nivel, escuadra, paleta, compás, etc.), y todos juntos conforman un código o lenguaje simbólico que constituye la "clave" para entender el significado profundo que encierra la propia construcción realizada de acuerdo al modelo cósmico. Así pues, los signos lapidarios están estrechamente vinculados a la arquitectura, la cual en el fondo no representa sino el desarrollo completo de las ideas expresadas a través de dichos signos, o símbolos.

De Bizancio a Irlanda los compañeros viajeros han dejado sobre la piedra su signatura parlante bajo la forma de signos lapidarios. Esta signatura constituía en suma la imagen reducida de un plan de edificio construido sobre su círculo director, según este 'arte de geometría', una de las siete artes liberales, enseñado en las universidades monásticas y a partir del cual una metafísica fue edificada. Grabando su signo el compañero no 'justificaba' solamente su identidad, sino su cualidad y sus conocimientos.

Por otro lado, el hecho mismo de grabar los signos en la piedra se consideraba un rito, quizás por el mismo hecho de que éste, el rito, no es sino el símbolo en acción, es decir actuante, y el mismo trazado simbólico es, a su vez, la fijación de un gesto ritual. Precisamente, el origen de ese gesto está en el propio acto del Gran Arquitecto creando el cosmos, por lo que la construcción aparece entonces como una verdadera "imitación" de ese mismo acto, o gesto inteligente, que es además el origen de todo verdadero arte, cualquiera que éste sea, pero que siempre tendrá como objetivo esencial poner nuestro ser en armonía con el ritmo del mundo, fuente de toda vida y expresión dinámica de la Unidad primordial. Tengamos en cuenta, en este sentido, que los antiguos arquitectos y maestros de obra no utilizaban como hoy planos detallados del edificio a construir. Estos eran mucho más sencillos, reducidos en bastantes ocasiones a diseños de las distintas partes de la construcción. Esta, en sus aspectos esenciales, era la proyección al exterior de una imagen sutil concebida en la mente y el espíritu del arquitecto, y los oficiales que tenía a su cargo conocían perfectamente las reglas y técnicas del oficio necesarias para su realización, las cuales les fueron reveladas oralmente y comprendidas mediante la práctica reiterada (y ritual) de ese mismo oficio.

Cerca, o junto a las catedrales y edificios en construcción, se encontraban las logias, donde se trazaban los planos, se repartían los cargos y se hablaba de los detalles de la obra. Esas logias, o talleres, no eran exactamente igual que las actuales ni tenían la misma función, aunque conserven el mismo nombre, pero en cualquier caso lo que sí queremos subrayar es que en el trabajo de aquellos constructores se conjugaba el arte y la ciencia, la práctica y la teoría, siguiendo así la famosa sentencia según la cual "el arte sin la ciencia no es nada". La iniciación a los "misterios del oficio" era en realidad una introducción a la sacralidad del símbolo. Por eso mismo debemos distinguir entre el constructor francmasón, que recibe con su oficio una concepción del mundo coherente con los principios de orden universal transmitidos a través de la tradición esotérica, y aquel otro que no conoce de ese oficio sino sus aspectos más exteriores, ignorando así el sentido profundo del Arte Constructivo, no pudiendo por tanto realizar u operar en sí mismo las ideas derivadas de ese Arte, al que por esta razón también se ha llamado "Arte Real", idéntico a la "Gran Obra" de la Alquimia, pues en esa "Gran Obra" se expresa, como anteriormente dijimos, el modelo del proceso iniciático, que dividido en tres grados de aprendiz, compañero y maestro, reproduce etapa por etapa el desarrollo íntegro de la "tinieblas a la luz", o del "caos al orden".

Por todo ello no es de extrañar que junto a los constructores encontremos a los sabios alquimistas, que eran también astrólogos, magos y teúrgos, perfectos conocedores de las ciencias de la naturaleza aplicadas como símbolos vivos del proceso iniciático y regenerador. Ellos dotaron a las catedrales y a otros edificios de carácter civil de numerosos símbolos basados en las correspondencias y analogías entre el macro y el microcosmos, siguiendo así la máxima de Hermes Trismegisto: "lo de abajo es como lo de arriba y lo de arriba como lo de abajo".

La "piedra bruta" que los masones pulían y tallaban con destino a la construcción, representaba lo mismo que la "materia prima" de los alquimistas: el fundamento y la esencia de toda la Obra; ya se trate de la obra arquitectónica mediante su transformación en la piedra cúbica, o de la obra interior mediante su transformación en la "piedra filosofal", nombre alquímico de la obtención del Conocimiento.

Una construcción hecha con ese Arte que transfigura la materia y hace de ella un símbolo permanente de la Belleza (que al decir de Platón es el "esplendor de lo verdadero"), se genera a partir de un punto central, que es a su vez el "trazo" de un eje vertical invisible, pero cuya presencia es omnipresente en todo el templo. Ese punto central no es otro que el "nudo vital" que cohesiona el edificio entero, y donde confluye y se expande, como si de una respiración se tratara, toda la estructura del mismo. Dicho nudo era bien conocido por los maestros de obra, que veían su reflejo en el ombligo, sede simbólica del "centro vital" del templo­-cuerpo humano. Esa estructura sutil del cosmos­-catedral, imperceptible a los sentidos ordinarios, se percibe, no obstante, gracias a la intuición intelectual y a las formas visibles del cielo y la tierra, que están simbolizadas en la construcción por la bóveda semiesférica y la base cuadrangular o rectangular, respectivamente.

Naturalmente en la construcción de la catedral no sólo intervenían los masones sino también muchos otros gremios artesanales: carpinteros, escultores, tejedores, pintores, vidrieros, forjadores, etc., los cuales poseían también sus símbolos y ritos así como sus secretos del oficio, estando agrupados dentro del llamado Compañerazgo, tan estrechamente relacionado con la Masonería, hasta el punto de que, como afirma René Guénon, en un tiempo ambos constituían una sola y única tradición, y nosotros añadiríamos un solo arte: el Arte Constructivo en sus variadas expresiones.En todas esas artes y artesanías se hablaba un sólo y único lenguaje: el simbólico, que fue bautizado como la "lengua de Oc" (es decir el "lenguaje de los pájaros", lo que explica su carácter aéreo y sutil), de la que también participaban la tradición de los juglares y trovadores por medio del canto, la música y la poesía, y por supuesto las diferentes órdenes de la caballería cristiana más o menos estrechamente ligadas con el Hermetismo, sin olvidarnos tampoco de las diversas escuelas que, como las ya nombradas de Oxford y Chartres, recogieron también la herencia de la tradición pitagórico-platónica y la gnosis alejandrina. En esas escuelas, a cuyo calor florecerán las universidades gracias al desarrollo de la escolástica, se enseñaban igualmente las Artes Liberales, divididas en el trivium (las artes de la letra y la palabra) y el quadrivium (las artes del número y la geometría). Como hemos dicho en varias ocasiones, estas últimas (aritmética, geometría, música y astronomía) están directamente relacionadas con la arquitectura, por lo que eran perfectamente conocidas por los constructores, aunque desde luego éstos sabían muy bien que el Cosmos era también la grafía y el discurso, el Logos, del Gran Arquitecto.
La voz perenne de la Ciencia Sagrada no se apagaría en Occidente, aunque sí sufriría cierto debilitamiento debido al período de relativa oscuridad que sobreviene tras el fin del Medioevo (fechado en el siglo XIV), situación ésta que es propia de todas las épocas de transición. En efecto, en dicha época aparece la nefasta Inquisición y con ella las persecuciones contra los adeptos del verdadero esoterismo se acentúan por parte de la jerarquía eclesiástica, que se va alejando paulatinamente del mensaje salvífico proclamado en los textos evangélicos, alejamiento que ciertamente no ha dejado de producirse hasta la actualidad.

Pero la llegada del Renacimiento, en pleno siglo XV, inaugura un nuevo ciclo que va a traer nuevas perspectivas y posibilidades al desarrollo de las ideas herméticas y esotéricas, las que se verán reflejadas en las distintas vertientes de la cultura renacentista, y desde luego el oficio de la construcción se adecua a los nuevos tiempos, beneficiándose (como en la Edad Media) de esas mismas ideas llevándolas a la práctica mediante el Arte Constructivo.

Hemos de tener en cuenta también que durante el Renacimiento, la Iglesia, como institución, ya no interviene tanto en la dirección de los trabajos de los constructores, que recuperan también las formas arquitectónicas de la Antigüedad Clásica, en consonancia con el tono y el ambiente cultural de la época. En efecto, y como nos dice Federico González en su obra Hermetismo y Masonería:
Si bien la Masonería, como hemos visto reiteradamente, tiene sus orígenes en los canteros de piedra medievales, y por lo tanto en las rigideces religiosas de las concepciones de ese tiempo, no debe olvidarse que desde esa época hasta el siglo XVIII, donde toma su forma especulativa, estos constructores han vivido inmersos en un nuevo mundo, el del Renacimiento, inspirado en el Corpus Hermeticum, el Pitagorismo (también los Himnos Orficos y los Oráculos Caldeos) y sobre todo en Platón, los neoplatónicos y Proclo, lo cual se ve reflejado en sus palacios, iglesias, jardines y torres, arquitectura interior, ingenios mecánicos y otras maravillas de magia natural y experimentación científicas y artísticas (pinturas, esculturas, orfebrería y mueblería) que tuvieron su origen en la Academia de los Médicis, dirigida por Marsilio Ficino, cuya influencia se extendió por toda Europa por casi tres siglos, y que por cierto estuvo presente en la Inglaterra Isabelina y sus sucesores, y que desemboca no casualmente, y sólo para nombrar un ejemplo, en la traducción del Corpus Hermeticum por Sir Walter Scott, maestro masón, en la misma época que las logias inglesas irrumpen con fuerza en la Historia moderna.

En efecto, durante todo el Renacimiento y hasta el siglo XVIII las ideas de los filósofos herméticos y cabalistas-cristianos se reflejarán en la construcción realizada por los gremios artesanales, cuyos arquitectos, maestros de obra y operarios eran hombres ilustrados que conocían perfectamente la tradición de Hermes, Pitágoras y Platón, y por lo tanto estaban versados en las más diversas disciplinas, artes y ciencias. Como ejemplo de los arquitectos renacentistas ligados con las ideas herméticas merece destacarse al francés Filiberto de l'Orme (siglo XVI). Conocedor de la obra de los filósofos herméticos, cabalistas cristianos y neoplatónicos (en su obra escrita menciona a Orfeo, Pitágoras, Sócrates, Platón, Noé, Moisés, Salomón, Ezequiel, Marsilio Ficino, etc.). De l'Orme aplica en la arquitectura los principios que se desprenden de las correspondencias y analogías entre el macrocosmos y el microcosmos, entre el mundo sutil y el mundo corpóreo, de cuya interrelación permanente nace la Armonía del Mundo. Esta es la razón de que considerara a la arquitectura como una imagen de esa Armonía y como un compendio de todas las artes y ciencias cosmogónicas, y asimismo que el constructor no sólo debe poseer los conocimientos puramente técnicos del oficio, sino que además ha de ser un experimentado en Astronomía, Astrología, Música, Historia, Matemáticas, Filosofía, Pintura, Medicina, etc. De l'Orme es pues un arquitecto del Renacimiento que, como tantos otros, recibió el influjo intelectual de Hermes en la aplicación de su Arte.
Las obras de Marsilio Ficino (incluidas sus traducciones y comentarios al Corpus Hermeticum y la obra de Platón), Pico de la Mirandola (Heptaplus, Discurso sobre la dignidad del hombre), Cornelio Agripa (La Filosofía Oculta), Francesco Giorgi (De Harmonia Mundi), Johannes Reuchlin (De Arte Cabalistica y El Verbo Maravilloso), Guillermo Postel (De Orbis Terrae Concordia, El Vínculo del Mundo), Giordano Bruno (Expulsión de la Bestia Triunfante, La Cena de las Cenizas), John Dee (La Mónada Hieroglífica), entre tantos y tantos otros, ejercieron una gran influencia en los círculos intelectuales de toda Europa, y prepararon el camino para la eclosión del movimiento rosacruz a principios del siglo XVII, el cual tendrá un protagonismo muy importante en la gestación de la Masonería especulativa.

Robert Fludd (Historia Metafísica del Macrocosmos y del Microcosmos), Michel Maier (Atalanta Fugitiva), Enrique Khunrath (Anfiteatro de la Eterna Sabiduría), Juan Valentín Andreae (Las Bodas Químicas de Christian Rosencreutz, Cristianópolis), Comenius, Salomón de Caus etc., son algunos insignes representantes de esa corriente hermética y cabalista cristiana, que además estaba estrechamente ligada con diversas órdenes de caballería herederas más o menos directas de las que existieron durante el Medievo. En este sentido queremos señalar el hecho de que determinados autores (entre ellos René Guénon) consideran a la corriente rosacruz (hermética, alquímica y cabalista cristiana) como la antecesora directa de la Masonería especulativa, o "filosófica", como algunos prefieren llamarla. Según esos mismos autores la Masonería especulativa es la consecuencia directa de la "fusión" del Hermetismo rosacruz con las cofradías de constructores, es decir que lo que confluyó en el nacimiento de la Masonería moderna era nada menos que la propia tradición de Occidente, "protegida" y "a cubierto" a partir de entonces en el seno de las logias y templos masónicos.

Es innegable que esa "fusión" entre el Hermetismo rosacruz y la tradición de constructores se gestó en Inglaterra y en Escocia, y por tanto vivió relativamente "aislada" de las turbulencias religiosas, políticas y sociales que por aquel entonces (comienzos del siglo XVII) azotaban el continente europeo, y que encuentran su apogeo durante la Guerra de los Treinta Años. En efecto, como consecuencia de esta guerra, que devastó media Europa y que de alguna manera señala el momento cíclico de un cambio de época, muchos de los adeptos herméticos y rosacruces tuvieron que abandonar el continente instalándose en las Islas Británicas, donde todavía existía cierta tolerancia hacia las ideas herméticas, tolerancia que en verdad no desaparecería nunca de la tierra de Albión. De hecho casi todos los que entraban en las logias inglesas y escocesas, y que no eran gentes del oficio de constructor, pertenecían o estaban de una u otra manera relacionados con el movimiento rosacruz y las diferentes corrientes herméticas todavía existentes; o bien pertenecían a la nobleza, y por tanto vinculados, en mayor o menor grado, a esas órdenes de caballería que mencionamos anteriormente como unidas también al Hermetismo. Este es el caso de Elías Ashmole, que es en cierto modo el paradigma del masón no vinculado directamente con el oficio de constructor pero sí integrado en el Hermetismo.

Gracias a ese aislamiento y "cobertura", pudo llevarse a cabo efectivamente esa "fusión" de la corriente hermética y rosacruz con los masones operativos, que también estaban interesados en establecer analogías entre su oficio y otras artes y ciencias de la Cosmogonía. Por ejemplo, el escocés William Schaw (autor de "Los Estatutos Schaw", datados en 1598-99, y maestro de obras en la corte de Jacobo VI) estaba vivamente interesado en el Arte de la Memoria, el cual lo aprendió de los discípulos ingleses del neoplatónico y maestro hermético italiano Giordano Bruno, el gran difusor de este Arte en el Renacimiento.

Pero para comprender la aparición de la Masonería actual tendríamos que tener en cuenta que las logias masónicas del siglo XVII podían haber sido en un sentido un templo de la memoria, edificio imaginario que contenía lugares e imágenes fijas ayudando a memorizar los secretos de la Palabra del Masón y los rituales de iniciación. La recomendación formal de William Schaw para que los masones atestigüen sobre el arte de la memoria y la ciencia a la que éste se refiere ha sido vislumbrada por generaciones de historiadores masónicos pero su significación nunca ha sido señalada. Y sin embargo esa recomendación nos da la clave para la comprensión de los aspectos principales de los orígenes de la Francmasonería, vinculando el oficio de masón operativo a las búsquedas de los magos herméticos.

La idea de la Logia masónica como un templo de la memoria es enormemente sugerente, y responde exactamente al papel mnemotécnico que desempeñan los símbolos que la decoran, empezando por la Logia misma, imagen simbólica del Cosmos. La Logia, el Templo, bajo el punto de vista del Arte de la Memoria, arte esencialmente hermético, pasa a ser un símbolo importantísimo para la Masonería incipiente, pues es en el interior de ella donde se realizan todas las actividades y ritos del masón, y donde se estudia y se medita en los símbolos allí presentes, que desde luego no están puestos al azar, sino en el lugar y en el sitio que les corresponde para permitir que queden "fijados" en la mente y contribuyan a la transmutación alquímica de ésta por su identificación con la Inteligencia Universal, de la que es un reflejo.
Por eso mismo se sigue conservando el nombre de "taller" para designar la Logia o el Templo, porque fundamentalmente a ella se va a "trabajar", es decir a "tallar" la piedra bruta, que es el alma humana aún sin cultivar por la Vía simbólica tal cual propone la iniciación hermética y masónica. Queremos decir que a partir del momento en que prácticamente desaparece el oficio de constructor, que basaba su obra arquitectónica en el modelo cósmico descrito en el Templo de Salomón, la nueva Masonería se ve abocada a concentrar ese modelo en la Logia misma, incorporando también en sus rituales una historia sagrada y mítica que tiene al maestro Hiram, el constructor del Templo de Salomón, como personaje central, entendiendo que esta era la única manera de que el legado simbólico y doctrinal recibido de las diversas corrientes esotéricas de Occidente continuara transmitiéndose a las generaciones venideras.

Recordemos en este sentido que ese período histórico vivido por la Masonería (siglos XVI-XVII) ha sido llamado de "transición", lo que quiere decir que la antigua Masonería del oficio estaba mutando en una sociedad esotérica capaz de recibir en su seno no sólo la herencia de los símbolos y ritos relativos a la construcción, sino también los de otras organizaciones iniciáticas (incluidas las órdenes de caballería ligadas con el esoterismo cristiano) diferentes a la tradición de constructores pero que formaban parte como ella de un mismo universo tradicional y de un mismo ámbito geográfico y cultural.

Toda esa herencia se va consolidando progresivamente a lo largo del siglo XVIII y comienzos del XIX con la creación de los grandes Ritos o Sistemas masónicos (Rito Escocés Antiguo y Aceptado, Rito de York, Rito Emulación, etc.), que son los que han dado a esta organización iniciática su estructura actual. Por todo ello no es de extrañar que la Masonería haya sido llamada también "arca tradicional de los símbolos", lo que quiere decir fundamentalmente que sigue siendo portadora de una influencia espiritual que contribuye a la continuidad de la "iniciación a los misterios" en la sociedad contemporánea. Como nos recuerda nuevamente Federico González:

“La Masonería es, según todo esto, el resultado feliz de la relación y síntesis entre distintas formas de acceder al Conocimiento, y la unicidad que esas formas proclaman. Pero está claro que tamaña empresa no ha sido obra de algunas personas, o el conjunto de acciones individuales encaminadas a lograr esa síntesis, pese al agradecimiento que merecen variadas personalidades en ese sentido. La Masonería es ­y seguirá siendo­ un depósito de Sabiduría Tradicional que otorga el Conocimiento a aquellos que son capaces de recibirlo.

La cosmogonía masónica, integrada en el Hermetismo, pudiera ser vista pues como un soporte para lograr la realización espiritual o metafísica, que es hacia la que apunta el eje polar de la plomada que pende del techo de la Logia, señalando la salida cenital hacia la verdadera Realidad, pues al fin y al cabo la Logia, como el Cosmos (la obra de arte del Gran Arquitecto), o la Caverna de Platón, es tan sólo el reflejo de una realidad superior, supracósmica y metafísica, y que como tal está más allá de los condicionamientos y limitaciones propios de lo individual.

Por eso la Masonería de hoy, de aquí y ahora, tiene un valor incalculable para todo aquel que desee realizar un trabajo de orden interno. En este mismo orden de ideas, y para que se haga tal vez más "operativo" por su efectividad, el trabajo con los símbolos masónicos debería ir acompañado de un conocimiento de la simbología universal, o lo que es lo mismo, de un estudio comparado con los símbolos, ritos y mitos de otras tradiciones, ya estén vivas o desaparecidas, pues se trata todo ello del legado sapiencial que los seres humanos de esta época hemos recibido de nuestros antepasados, de cualquier lugar, tiempo y tradición.

Estamos convencidos de que ese estudio comparado servirá para comprender más en profundidad al propio símbolo, rito y mito masónico, a los que se verán formando parte de esa Tradición Unánime o Filosofía Perenne de la que hablamos al principio. En este sentido nos consta que existen todavía en distintos lugares del mundo logias dedicadas a trabajar en la profundización de ese legado simbólico, conscientes de que sólo la comprensión de las ideas en él contenidas puede permitirles enlazar con la esencia de la Masonería y la comunicación por tanto con esa cadena de unión que constituye, como se dice en el libro Símbolo, Rito, Iniciación:

“...una imagen en el plano de la cadena vertical que entronca con los orígenes de nuestra Orden y asegura una transmisión regular, a través de los iniciados de todos los tiempos, con el Gran Arquitecto Universal.

FRANCISCO ARIZA



Pitágoras y la Masonería

Se cuenta que después de que Pitágoras se hubiese iniciado en los Misterios Egipcios, le preguntaron qué había visto en el Templo, y respondió: nada. Suele pasar con los iniciados; Aún no saben leer entre líneas. La relación de Pitágoras con la masonería es evidente, tanto por el parecido en la organización por grados de su escuela Esotérica, como en los temas tratados. Los propios masones reconocen a Pitágoras como uno de sus primeros maestros. Existe un curioso escrito llamado “Ciertas preguntas con respuestas a las mismas, concernientes al misterio de la Masonería, escritas por la mano del Rey Henry, el sexto de su nombre, y fielmente copiado por mí Johan Leylande, anticuario, por orden de su alteza”, reproducido en el libro “Ilustraciones de la Masonería” por William Preston en 1829, aunque supuestamente encontrado por John Locke en 1696. 

Este manuscrito define la masonería como “el conocimiento de la naturaleza y la compresión de las fuerzas que hay en ella”, y anuncia explícitamente el vínculo entre la masonería y Pitágoras. En él se cuenta la historia de un tal Peter Gower (claro acróstico de Pitágoras), un griego que viajó por Egipto, Babilonia y Persia y a todos los países donde los “venecianos” (fenicios en realidad) habían introducido la masonería. En todas aquellas primitivas logias fue admitido el tal Gower, que a su regreso, fundó una logia en Crotona, donde “hizo muchos masones”, muchos de los cuales llevaron el arte de la masonería a Francia e Inglaterra. La autenticidad de este documento no está del todo clara, pero no deja de ser interesante. (Más info aquí: http://loscanterosdelgremio.blogspot.com/2010/02/ la-escuela-de-pitagoras-recopilacion_5709.html ) 

Pero el caso es que en otras obras masónicas antiguas aparece, destacando especialmente “Las constituciones de Anderson”. Se trataba del reglamento interno de la Gran Logia de Londres y fue aprobada el 17 de enero de 1723. Anderson redactó una historia del arte de la construcción que empieza con la identificación de Adán como el primer Masón que existió, sigue con Caín, y continúa su genealogía, pasando por Noé y Abraham, Asiria, los israelitas invadiendo Canaán, las Pirámides de Egipto, Moisés, Salomón, su Templo, Hiram, Grecia, Pitágoras, los romanos, los bárbaros y por último su natal Britania. En el Manuscrito Cooke (aproximadamente de 1.400) se dice lo siguiente: "Y por ello idearon escribir todas las ciencias que habían encontrado en estas dos piedras, de manera que si Dios se vengaba con el fuego el mármol no fuera quemado, y si Dios se vengaba con el agua la otra piedra no se hundiera. Y por ello rogaron al hermano mayor de Jabal que construyera dos columnas con estas dos piedras, esto es, mármol y laterus, y que esculpiera en los dos pilares todas las Ciencias y las Artes que habían hallado. Y así se hizo (...) Y muchos años después del Diluvio, como narra la Crónica, estas dos columnas fueron halladas y, como dice el Polycronicón, un gran doctor llamado Pitágoras encontró una, y Hermes, el filósofo, encontró la otra, y enseñaron las ciencias que en ellas hallaron escritas." 

En la escuela Pitagórica convergieron muchas tradiciones y se fundieron en una enseñanza comprensiva acerca del lado oculto de la vida, la metafísica Pitagórica reposa sobre un panteísmo extraño, sobre la idea de que Dios es todo y todo es Dios y sobre la especulación filosófica y científica resultante de la Teoría del Número. El proceso de iniciación y perfeccionamiento masónico, basado en un sistema de grados, desde el más bajo, el aprendiz, al más alto, el maestro, tiene un claro paralelismo en la organización de la Escuela Pitagórica: los alumnos estaban divididos en tres grados: Los Akoustikoi u oyentes, de tres a cinco años donde no tomaban parte en las discusiones y recibían enseñanzas de un maestro. El segundo grado, los Matematikoi quienes coordinaban el estudio de la Matemáticas, la Geometría y la Música y las correspondencias entre ellas. El tercer grado Los Phisikoi dedicados a estudiar la vida interna. No es de extrañar que los antiguos masones tomasen como modelo esta escala gradual. El pensamiento de la Escuela Pitagórica fue recogido por sus discípulos y difundido por todo el Mediterráneo y el cercano oriente, influenciando en la Alejandría hermética y gnóstica de los primeros siglos después de Cristo, en los primeros padres de la Iglesia, en el esoterismo judío (la cábala) e islámico (el sufismo), llegando en el renacimiento (quizá antes en Al-Ándalus) a los antiguos arquitectos y constructores medievales y renacentistas, en cuyos tratados Pitágoras suele aparecer asociado a Hermes. 

SIMBOLISMO MASÓNICO 

Ciertamente el Pitagorismo ha dado numerosos símbolos a la Masonería, o en cualquier caso muestran una identidad palpable con algunos de los símbolos más importantes de su escuela: por ejemplo el Delta Luminoso, símbolo en la Masonería del Gran Arquitecto del Universo, y que se corresponde perfectamente con la Tetraktys anteriormente nombrada. O el Pentagrama, de suma importancia en la simbólica del grado de compañero (donde recibe el nombre de “estrella flamígera”), y que los pitagóricos consideraban como su signo de reconocimiento y un emblema del hombre plenamente regenerado. Entre los arquitectos medioevales el pentagrama fue uno de los módulos principales en el diseño de los planos de las catedrales y otros edificios de carácter civil, pues según ellos en esa figura geométrica, presente en la estructura de muchos seres vivos, se revela la Inteligencia constructora del Gran Arquitecto. 

Asimismo, el triángulo rectángulo de lados 3-4-5 (el triangulo sagrado egipcio), con el que demostraron el famoso teorema, es otro de los símbolos que confirman la vinculación entre el Pitagorismo y la Masonería; por no hablar de la Plancha de Trazar, basada en la “tabla de Pitágoras”, y estrechamente ligada al simbolismo de los nueve primeros números y al grado de Maestro. 

Por tanto, la principal herencia que deja Pitágoras a los masones es la geometría y la aritmética. Sin Pitágoras no podrían haber levantado catedrales. Su escuela sirvió de modelo para la iniciación masónica y sus símbolos numéricos y geométricos enormemente apreciados por la logia. 


viernes, 9 de enero de 2015

Diferencias entre masones e illuminati

LA MASONERIA:

Los masones son una sociedad discreta (no secreta) muy antigua, en la cual para poder ingresar alguien perteneciente a la hermandad tiene que invitarte y tú debes ser una persona que pueda aportar algo al grupo en algún sentido. No es necesario que tengas dinero, pero si una apertura mental y una inteligencia que pueda aportar ideas. De inicio se tiene que leer mucho, pues se dedica más que nada al estudio del humano, el universo y la filosofía y esos son temas que hay que estudiar profundamente. En resumidas cuentas lo que hacen no es malo, al contrario, no adoran a Satán por el contrario para ingresar es un requisito que creas en Dios, su fin es simplemente ser mejores personas para servir mejor a la sociedad y no tienen absolutamente nada que ver con los iluminati.

El método didáctico masónico utiliza, sobre todo, símbolos y las diferencias existentes entre los símbolos, alegorías, emblemas y signos al tratar de interpretar sus diversos valores, estos se hallan más próximos entre sí conceptualmente reflejando el mensaje contenido directamente, en tanto que los contenidos de las alegorías son más abstractos y aún más plurales que los símbolos.

De tal suerte, que si el masón se hace experto en su aplicación simbólica de las herramientas constructivas, supone la perfección como persona y en consecuencia, mejoraría la sociedad de su entorno.


El rito masónico se caracteriza por ser iniciático, esotérico y tradicional:
* Es iniciático en el sentido de que es necesario haber sido "iniciado", después de un paso voluntario, en una vía nueva y gradual de autoconocimiento y desarrollo.
* Es esotérico, sin que esta palabra implique nada en un sentido "mágico" o que se relacione con el "ocultismo", en el sentido de que se expresa mediante un lenguaje simbólico. Es decir, que es el propio francmasón, mediante su experiencia personal, el que irá desvelando el valor de los símbolos del rito en su propia edificación moral e intelectual.
* Es tradicional porque emana en gran medida de tradiciones y mitos ancestrales de la humanidad.

Es una Hermandad Mundial Esoterica y Exoterica, existen muchos ritos algunos sociales y conocidos (Rito Escoces, Rito de York) algunos nacionalistas(Rito Nacional Mexicano, Rito Frances) y algunos ocultos (Rito Primitivo, Rito de Menphis-Mizraim, Rito Hermetico Atlante-Tolteca) por mencionar algunos.
En total hay 180 Ritos Reconocidos y unos 160 - 190 aun no reconocidos.

LOS MASONES HAN FUNDADO:
# Cruz roja
# Sociedad Teosófica
# Orden Hermética del Alba Dorada
# Sociedad Rosacruz de Inglaterra
# Thelema
# Ordo Templi Orientis
# Wicca Gardneriana
# Club Rotario


Masones en ficción, por citar sólo unos ejemplos:

* En la teleserie de dibujos animados Los Picapiedra, la Logia de los Búfalos Mojados es una alusión a la Masonería.
* En el anime/manga Hellsing también hay abiertas referencias a la Masonería e incluso ritos masónicos realizados por Sir Integra Hellsing.
* En el comics La Liga Extraordinaria también hay referencias masónicas.
* Parodias menores de la Masonería se han dado en teleseries como Los Simpson o Dinosaurios.
* El film La leyenda del tesoro perdido con el protagónico de Nicolas Cage, especula sobre un tesoro secreto y la Masonería independentista.
* En la serie animada de televisión Los Simpson aparece en el episodio "Homer the Great", una organización llamada Stonecutters, una obvia parodia a la francmasonería.
Históricamente, algunos masones reconocidos salieron de sus logias y crearon religiones o sectas, pero a titulo individual y nunca representando a la masonería. "La escuela no es mala, el malo es el alumno".

LOS ILLUMINATI

Illuminati es el nombre por el que se conoce mayormente la Orden de los Perfectibilistas o Iluminados de Baviera. Fue una sociedad secreta fundada el 1 de mayo de 1776 en Ingolstadt, Baviera, Alemania por Adam Weishaupt. Illuminati en latín significa "Los Iluminados" Weishaupt habría creado esta sociedad con el propósito de derrocar a los gobiernos y reinos del mundo además de erradicar a todas las religiones y creencias para regir a las naciones bajo un Nuevo Orden Mundial, basado en un sistema internacionalista (precursor del comunismo y el anarquismo). Establecerían una moneda única y una religión universal, donde según sus creencias, cada persona lograría la perfección.

El 16 de julio de 1782, en una reunión de la masonería continental que tuvo lugar en el convento de Wilhelmsbad, los Illuminati intentaron unificar y controlar bajo su autoridad todas las ramas de la masonería. Aunque ya habían logrado infiltrarse en las logias de toda Europa, la Gran Logia de Inglaterra, el Gran Oriente de Francia, los iluminados teósofos de Swedenborg y la mayoria de los masones decidieron no apoyar los planes de Weishaupt y oponerse formalmente a los Illuminati.

Sin embargo, los propósitos finales de esta sociedad, eran solamente conocidos por Weishaupt y sus más íntimos seguidores. Algunos autores como Nesta Webster, describen así las seis metas a largo plazo de los illuminati:

* Abolición de la monarquía y de todo gobierno organizado según el Antiguo Régimen.
* Supresión de la propiedad privada de los medios de producción para individuos y sociedades, con la consecuente abolición de clases sociales.
* Abolición de los derechos de herencia en cualquier caso.
* Destrucción del concepto de patriotismo y nacionalismo y sustitución por un gobierno mundial y control internacional.
* Abolición del concepto de la familia tradicional y clásica.
* Prohibición de cualquier tipo de religión (sobre todo la destrucción de la Iglesia Católica Apostólica Romana) estableciendo un ateísmo oficial.

En los tiempos modernos, algunas sociedades se atribuyen la condición de sucesores históricos de los Illuminati.

- Símbolos illuminati en el billete de un dólar:

En el billete actual de un dólar estadounidense aparece el Gran Sello de Estados Unidos el cual está compuesto por el "Ojo que todo lo ve", también llamado "Ojo de la Providencia". Aunque no es un símbolo de origen cristiano y no se lo menciona en la Biblia, todavía hasta hoy es asociado con el ojo del Dios judeocristiano Yahvé, el cual representa su omnisciencia y cobró importancia a partir del Renacimiento. El símbolo fue tambien adoptado por los francmasones para representar al Gran Arquitecto del Universo. Su verdadero origen se encuentra en el simbolismo del Udjat u "Ojo de Horus", antiguo dios egipcio que representa al Sol. El diseño de este sello fue aprobado por el Congreso de los Estados Unidos el 20 de junio de 1782 y posteriormente, en 1935, fue introducido en el billete de dólar por aprobación del presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt, masón del grado 32° del Rito Escocés y también miembro de los Shriners.

La iconografía presente en el billete introduce la parte izquierda del sello (reverso) con el ojo en una pirámide egipcia trunca con 13 escalones (que simbolizan las 13 colonias de Estados Unidos, aunque es probable que a la vez represente, de una forma esotérica, los 13 grados del Rito de los Iluminados de Baviera), en cuya base está escrito el número 1776 en números romanos (año de la independencia de las 13 colonias y de la fundación de los illuminati). Va acompañada de la sentencia Annuit Cœptis, que significa ‘[Él] aprueba [nuestro] comienzo’. Abajo aparecen las palabras "Novus Ordo Seclorum". Aunque obras de ficción literarias y cinematográficas traducen erróneamente esas palabras como ‘nuevo orden seglar’, la traducción correcta sería ‘Nuevo Orden de las Eras’ (o ‘nuevo orden de los siglos’, o según expertos latinistas, ‘el comienzo de una nueva era’ pues la palabra es el genitivo plural latino de saéculum, que en este contexto significa ‘generación, siglo o era’. La confusión viene del parecido de la palabra seclorum con la palabra latina saecularorum. El número 13 sigue extendido en el sello derecho (anverso): Un águila calva que lleva en la pata derecha una rama de olivo (símbolo de la paz) con 13 hojas y 13 frutos y en la pata izquierda 13 flechas (símbolo de la guerra), sobre su pecho ostenta un escudo con 13 barras, un lema con 13 letras que reza: E Pluribus Unum (‘De muchos, uno’) y finalmente, 13 estrellas sobre su cabeza que forman la estrella de David o signo de Israel.

El escritor William Schnoebelen (quien dice es un ex illuminati), explica el significado de este símbolo y comenta que se basa en un mensaje realizado por Jesucristo en el Evangelio según san Mateo, que él traduce como:

Jesús les dijo: «¿Acaso nunca leyeron en las escrituras: “La piedra que los constructores rechazaron es la piedra que llegó a ser la cabeza y esquina. El Señor ha hecho esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos?”»
Mateo 21.42


Según Schnoebelen, la única piedra que puede ser cabeza y esquina, es el vértice superior de una pirámide, razón por la cual ellos le cortan esa piedra al símbolo, él explica: "Este símbolo en el dólar no es nada más que un talismán y este talismán se carga con la energía de miles de millones de personas diariamente. Los illuminati creen que cortándole el tope a la pirámide se impedirá el regreso de Jesús".

Otra frase del billete de dólar reza: "In God We Trust", traducido como ‘en Dios confiamos’. Sin embargo, existen otras interpretaciones, hechas generalmente por teóricos de la conspiración, al uso de esta frase. La primera de ellas supone una elipsis en la frase "In God we (have the) Trust" (‘En Dios tenemos el trust’) donde trust significa ‘corporación financiera’ o ‘negocio’. Y la segunda (más conocida) debido a la Reserva Federal de EE. UU., que supuestamente emitió involuntariamente una serie de billetes y monedas con la frase "In Gold we trust" (‘En el oro confiamos’).


Los 13 grados del Rito de los Iluminados de Baviera.

El Rito de los Iluminados de Baviera consistía en 13 grados de iniciación a los cuales se accedía conforme se demostraba lealtad y conocimiento. Cada grado poseía sus rituales y secretos propios los cuales no estaba autorizado revelar a grados inferiores, y cada miembro juraba obediencia incondicional a sus superiores. Los grados se dividían en tres clases:

I. Primera clase: Vivero:
1. Preparatorio.
2. Novicio (Novillero)
3. Minerval.
4. Iluminado menor.
II. Segunda clase: Francmasonería:
5. Aprendiz.
6. Compañero.
7. Maestro.
8. Iluminado mayor.
9. Iluminado dirigente.
III. Tercera clase: Misterios:
10. Sacerdote (Pequeños misterios)
11. Regente (Pequeños misterios)
12. Mago (Grandes misterios)
13. Rey (Grandes misterios)

Publicado por @rociozumaran.